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...Sirvan estas líneas a modo de homenaje y agradecimiento a cuantos se cruzaron en mi camino y me aportaron alguna porción de esa esencia de la vida, cuyo conjunto hizo y hace que ésta merezca la pena ser transitada, especialmente a aquellos cuya capacidad de disfrutar haciendo disfrutar a otros, admiro, venero y agradezco, cuyo afán por ello les deseo sea devuelto merecidamente día tras día.

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sábado, 13 de diciembre de 2008

El portero del prostibulo

EL PORTERO DEL PROSTIBULO

No había en el pueblo un oficio peor conceptuado y
peor pago que el de portero del prostíbulo.
Pero ¿qué otra cosa podría hacer aquel hombre?
de hecho, nunca había aprendido a leer ni a escribir,
no tenía ninguna otra actividad ni oficio.
En realidad, era su puesto porque sus padres habían
sido portero de ese prostíbulo y también antes,
el padre de su padre. Durante décadas,
el prostíbulo se pasaba de padres a hijos y
la portería se pasaba de padres a hijos.

Un día, el viejo propietario murió y
se hizo cargo del prostíbulo un joven con inquietudes,
creativo y emprendedor.
El joven decidió modernizar el negocio.
Modificó las habitaciones y después citó al personal
para darle nuevas instrucciones.
Al portero, le dijo: A partir de hoy usted,
además de estar en la puerta, me va a preparar
una planilla semanal.Allí anotará usted la cantidad
de parejas que entran día por día. A una de cada cinco,
le preguntará cómo fueron atendidas y
qué corregirían del lugar. Y una vez por semana,
me presentará esa planilla con los comentarios
que usted crea convenientes.


El hombre tembló,
nunca le había faltado disposición al trabajo
pero.....Me encantaría satisfacerlo,
señor - balbuceó - pero yo... yo no sé leer ni escribir.
¡Ah! ¡Cuánto lo siento! Como usted comprenderá,
yo no puedo pagar a otra persona para que haga esto y
tampoco puedo esperar hasta que usted aprenda a escribir,
por lo tanto...

Pero señor, usted no me puede despedir,
yo trabajé en esto toda mi vida,
también mi padre y mi abuelo...
No lo dejó terminar. Mire, yo comprendo,
pero no puedo hacer nada por usted.
Lógicamente le vamos a dar una indemnización.
Así que, lo siento. Que tenga suerte.
Y sin más, se dio vuelta y se fue.

El hombre sintió que el mundo se derrumbaba.
Nunca había pensado que podría llegar a
encontrarse en esa situación.
Llegó a sí casa, por primera vez desocupado.
¿Qué hacer? Recordó que a veces en el prostíbulo,
cuando se rompía una cama o se arruinaba
una pata de un ropero, él, con un martillo y clavos
se las ingeniaba para hacer un arreglo sencillo y
provisorio. Pensó que esta podría ser una ocupación transitoria
hasta que alguien le ofreciera un empleo.

Buscó por toda la casa las herramientas que necesitaba,
sólo tenía unos clavos oxidados .
Tenía que comprar una caja de herramientas completa.
Para eso usaría una parte del dinero recibido.
En la esquina de su casa se enteró de que en su pueblo
no había una ferretería, y que debía viajar
dos días en mula para ir al pueblo más cercano
a realizar la compra
¿Qué más da? Pensó, y emprendió la marcha.
A su regreso, traía una hermosa y
completa caja de herramientas.
No había terminado de quitarse las botas
cuando llamaron a la puerta de su casa.
Era su vecino. Vengo a preguntarle si tiene
un martillo para prestarme.
Mire, sí, lo acabo de comprar pero lo necesito para trabajar...
como me quedé sin empleo...bueno,
pero yo se lo devolvería mañana bien temprano.
Está bien.

A la mañana siguiente, como había prometido,
el vecino tocó la puerta. Mire, yo todavía necesito el martillo.

Por qué no me lo vende? No, yo lo necesito para trabajar y
además, la ferretería está a dos días de mula.
Hagamos un trato - dijo el vecino-
Yo le pagaré a usted los dos días de ida y
los dos de vuelta, más el precio del martillo,
total usted está sin trabajar. ¿Qué le parece?
Realmente, esto le daba un trabajo por cuatro días...

Aceptó. Volvió a montar su mula.
Al regreso, otro vecino lo esperaba
en la puerta de su casa. Hola, vecino.
¿Usted le vendió un martillo a nuestro amigo?
Sí...yo necesito unas herramientas,
estoy dispuesto a pagarle sus cuatros días de viaje,
y una pequeña ganancia por cada herramienta.
Usted sabe, no todos podemos disponer
de cuatro días para nuestras compras.
El ex - portero abrió su caja de herramientas
y su vecino eligió una pinza, un destornillador,
un martillo y un cincel. Le pagó y se fue."
...No todos disponemos de cuatro días para compras",
recordaba. Si esto era cierto,
mucha gente podría necesitar que él viajara
a traer herramientas
.
En el siguiente viaje decidió que arriesgaría
un poco del dinero de la indemnización,
trayendo más herramientas que las que había vendido.
De paso, podría ahorrar algún tiempo de viajes.
La voz empezó a correrse por el barrio
y muchos quisieron evitarse el viaje.
Una vez por semana, el ahora corredor
de herramientas viajaba y compraba
lo que necesitaban sus clientes.
Pronto entendió que si pudiera encontrar
un lugar donde almacenar las herramientas,
podría ahorrar más viajes y ganar más dinero.

Alquiló un galpón. Luego le hizo una entrada
más cómoda y algunas semanas después con una vidriera,
el galpón se transformó en la primer ferretería del pueblo. T
odos estaban contentos y compraban en su negocio.
Ya no viajaba, de la ferretería del pueblo vecino
le enviaban sus pedidos. Él era un buen cliente.
Con el tiempo, todos los compradores
de pueblos pequeños más lejanos preferían
comprar en su ferretería y ganar dos días de marcha.
Un día se le ocurrió que su amigo,
el tornero, podría fabricar para él las cabezas de los martillos.
Y luego, ¿por qué no? Las tenazas...
y las pinzas... y los cinceles.
Y luego fueron los clavos y los tornillos.....

Para no hacer muy largo el cuento,
sucedió que en diez años aquel hombre
se transformó con honestidad y trabajo
en un millonario fabricante de herramientas.
El empresario más poderoso de la región.
Tan poderoso era,
que un año para la fecha de comienzo de las clases,
decidió donar a su pueblo una escuela.
Allí se enseñaría además de lectoescritura,
las artes y los oficios más prácticos de la época.

El intendente y el alcalde organizaron
una gran fiesta de inauguración de la escuela
y una importante cena de agasajo para su fundador.
A los postres, el alcalde le entregó las llaves de la ciudad
y el intendente lo abrazó y le dijo:
Es con gran orgullo y gratitud que le pedimos
nos conceda el honor de poner su firma
en la primer hoja del libro de actas de la nueva escuela.
El honor sería para mí - dijo el hombre -.
Creo que nada me gustaría más que firmar allí,
pero yo no sé leer ni escribir. Yo soy analfabeto.

¿Usted? - dijo el intendente, que no alcanzaba a creerlo -
¿Usted no sabe leer ni escribir?
¿Usted construyó un imperio industrial sin saber leer ni escribir?
Estoy asombrado. Me pregunto,
¿qué hubiera hecho si hubiera sabido leer y escribir?
Yo se lo puedo contestar - respondió el hombre con calma -.
Si yo hubiera sabido leer y escribir...
"Sería portero del prostíbulo"

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