BIENVENIDOS

...Sirvan estas líneas a modo de homenaje y agradecimiento a cuantos se cruzaron en mi camino y me aportaron alguna porción de esa esencia de la vida, cuyo conjunto hizo y hace que ésta merezca la pena ser transitada, especialmente a aquellos cuya capacidad de disfrutar haciendo disfrutar a otros, admiro, venero y agradezco, cuyo afán por ello les deseo sea devuelto merecidamente día tras día.

BUSCA EN ESTE BLOG

jueves, 24 de enero de 2008

SUCESOS PERSONALES

Image and video hosting by TinyPic
Plena auto-observación íntima del Mí mismo, resulta inaplazable cuando se trata de descubrir estados psicológicos equivocados. Incuestionablemente los estados interiores equivocados pueden ser corregidos mediante procedimientos correctos.
Como quiera que la vida interior es el imán que atrae los eventos exteriores, necesitamos con urgencia máxima inaplazable, eliminar de nuestra psiquis los estados psicológicos erróneos.
Corregir estados psicológicos equivocados es indispensable cuando se quiera alterar fundamentalmente la naturaleza de ciertos eventos indeseables.
Alterar nuestra relación con determinados eventos, es posible si eliminamos de nuestro interior ciertos estados psicológicos absurdos.
Situaciones exteriores destructivas, podrían convertirse en inofensivas y hasta constructivas mediante la inteligente corrección de los estados interiores erróneos.
Uno puede cambiar la naturaleza de los eventos desagradables que nos ocurren, cuando se purifica íntimamente.
Quien jamás corrige los estados psicológicos absurdos, creyéndose muy fuerte se convierte en víctima de las circunstancias.
Poner orden en nuestra desordenada casa interior es vital, cuando se desea cambiar el curso de una desgraciada existencia.
Las gentes se quejan de todo, sufren, lloran, protestan, quisieran cambiar de vida, salir del infortunio en que se encuentran, desafortunadamente no trabajan sobre sí mismas.
No quieren darse cuenta las gentes que la vida interior atrae circunstancias exteriores y que si éstas son dolorosas se debe a los estados interiores absurdos.
Lo exterior es tan sólo el reflejo de lo interior, quien cambia interiormente origina un nuevo orden de cosas.
Los eventos exteriores jamás serían tan importantes, como el modo de reaccionar ante los mismos.
¿Permanecisteis sereno ante el insultador? ¿Recibisteis con agrado las manifestaciones desagradables de vuestros semejantes?
¿De que manera reaccionasteis ante la infidelidad del ser amado? ¿Te dejaste llevar por el veneno de los celos? ¿Mataste? ¿Estáis en la cárcel?
Los hospitales, los cementerios o panteones, las cárceles, están llenas de sinceros equivocados que reaccionaron en forma absurda ante los eventos exteriores.
La mejor arma que un hombre puede usar en la vida, es un estado Psicológico correcto.
Uno puede desarmar fieras y desenmascarar traidores, mediante estados interiores apropiados.
Los estado interiores equivocados nos convierten en víctimas indefensas de la perversidad humana.
Aprended a enfrentaros ante los sucesos más desagradables de la vida práctica con una actitud interior apropiada...
No os identifiquéis con ningún acontecimiento; recordad que todo pasa; aprended a ver la vida como una película y recibiréis los beneficios...
No olvidéis que acontecimientos sin ningún valor podrían llevaros a la desgracia, si no elimináis de vuestra psiquis los estados interiores equivocados.
Cada evento exterior necesita incuestionablemente el billete apropiado; es decir, el estado Psicológico preciso.

miércoles, 9 de enero de 2008

Zenobia, reina de Palmira, desafia a Roma


Era una mujer de tez aceitunada, dientes de color blanco perlado y ojos negros y brillantes. Era culta, y dominaba varios idiomas. De esta reina guerrera se dijo que era más inteligente que Cleopatra y quizá igual de hermosa. Por atreverse a levantarse contra la potencia mundial dominante de su día, desempeñó un papel profético en un drama de las Escrituras. Mucho tiempo después de su muerte, los escritores la loaron y los pintores la idealizaron. Un poeta del siglo XIX la describió así: “Mujer de cabellos oscuros, señora del desierto sirio”. Esta mujer tan celebrada fue Zenobia, la reina de la ciudad siria de Palmira. ¿Cómo consiguió renombre Zenobia? ¿Cuál era la situación política que le dio acceso al poder? ¿Qué se sabe de su carácter? ¿Y qué papel profético desempeñó esta reina? Veamos en primer lugar el escenario geográfico en el que sucedieron estos acontecimientos.

Una ciudad en los límites del desierto


Palmira, la ciudad de Zenobia, estaba a unos 210 kilómetros al noreste de Damasco, en el límite septentrional del desierto sirio, donde las montañas del Antilíbano descienden hacia la llanura. Esta ciudad oasis se encontraba a medio camino del mar Mediterráneo, al oeste, y el río Éufrates, al este. El rey Salomón posiblemente la conocía por el nombre de Tadmor, un lugar fundamental para la prosperidad de su reino por dos razones: por ser una guarnición que defendía la frontera norte y por ser un eslabón crucial de la cadena de ciudades donde paraban las caravanas. La historia no dice nada sobre Tadmor durante el milenio posterior al reinado de Salomón. Si la identificación con Palmira es correcta, empezó a adquirir relevancia cuando Siria se convirtió en una provincia de avanzada del Imperio romano, en 64 a.E.C. “Palmira fue importante para Roma en dos campos: el económico y el militar”, dice Richard Stoneman en su libro Palmyra and Its Empire—Zenobia’s Revolt Against Rome (Palmira y su imperio. La sublevación de Zenobia contra Roma). Dado que esta ciudad de palmeras estaba situada en una importante ruta comercial que conectaba Roma con Mesopotamia y el Oriente, por ella pasaban las riquezas comerciales del mundo antiguo: especias de las Indias orientales, seda de China y otros artículos de Persia, la Baja Mesopotamia y los países mediterráneos. Roma dependía de la importación de esos productos. Militarmente, la provincia de Siria servía de barrera entre Roma y Persia, potencias rivales. El río Éufrates separó Roma de su vecino oriental durante los primeros doscientos cincuenta años de nuestra era. Palmira estaba justamente al otro lado del desierto, al oeste de la ciudad de Dura-Europos, junto al río Éufrates. Reconociendo que su emplazamiento era de una importancia capital, los emperadores romanos Adriano y Valeriano visitaron Palmira. Adriano contribuyó a su esplendor arquitectónico e hizo muchos y generosos donativos. Valeriano recompensó a un noble palmiriano de nombre Odenato, el esposo de Zenobia, elevándolo, en el año 258 E.C., al rango de cónsul de Roma debido a sus campañas triunfales contra Persia y por haber extendido las fronteras del Imperio romano hasta Mesopotamia. Zenobia desempeñó un papel importante en el acceso de su esposo al poder. El historiador Edward Gibbon escribió: Los aciertos de Odenato fueron en gran parte debidos a tanta cordura y fortaleza de Zenobia. Mientras tanto, el rey persa Sapor decidió desafiar la supremacía de Roma e imponer su dominio sobre todas las antiguas provincias de Persia. Al frente de un formidable ejército, marchó hacia el oeste, capturó las plazas fuertes romanas de Nisibis y Carrhae (Harán) y pasó a saquear el norte de Siria y Cilicia. El emperador Valeriano dirigió personalmente sus tropas contra los atacantes, pero los persas lo derrotaron y lo capturaron. A Odenato le pareció oportuno enviar al monarca persa costosos regalos y un mensaje de paz. El rey Sapor ordenó altaneramente que arrojaran los presentes al Éufrates y exigió que Odenato se presentara ante él como cautivo suplicante. En respuesta, los palmiranos reunieron un ejército compuesto de nómadas del desierto y de los restos de las fuerzas romanas, y se pusieron a hostigar a los persas, entonces en retirada. Las fuerzas de Sapor, cansadas por la campaña y cargadas de despojos, no tenían manera de defenderse de los rápidos ataques y repliegues de los guerreros del desierto, y se vieron obligadas a huir. En reconocimiento de su victoria sobre Sapor, Galieno, hijo y sucesor de Valeriano, confirió a Odenato el título de corrector totius Orientis (jefe de todo el Oriente). Con el tiempo, Odenato se autoproclamó “rey de reyes”.


Zenobia aspira a crear un imperio


En el año 267, cuando se hallaba en la cúspide de su carrera, Odenato fue asesinado junto con su heredero, supuestamente por un sobrino vengativo. Zenobia asumió el puesto de su esposo, pues su hijo era muy joven. Esta mujer hermosa, ambiciosa, administradora capaz y políglota (dicen que hablaba siete idiomas), que además estaba habituada a salir de campaña con su difunto esposo, logró ganarse el respeto y el apoyo de sus súbditos, una proeza nada desdeñable entre los beduinos. Zenobia era amante del saber, por lo que se rodeó de intelectuales. Uno de sus consejeros fue el filósofo y retórico Casio Longino, de quien se decía que era “una biblioteca viviente y un museo andante”. El escritor Stoneman señala: “Durante los cinco años posteriores a la muerte de Odenato, Zenobia logró que su pueblo la viera como la señora del Oriente”. A un lado de los dominios de Zenobia estaba Persia, a la que su esposo y ella habían debilitado, y al otro se encontraba la decadente Roma. El historiador J. M. Roberts dice sobre las condiciones del Imperio romano en aquel entonces: “El siglo III fue una época terrible para Roma tanto en las fronteras orientales como en las occidentales, mientras que en el interior dio comienzo un nuevo período de guerras civiles y disputas sucesorias. Sin contar a los pretendientes, hubo veintidós emperadores”. La señora de Siria, por su parte, era una monarca absoluta bien asentada en su reino. “Al controlar la relación de fuerzas de dos imperios (el persa y el romano) —señala Stoneman—, podía aspirar a crear un tercero que dominara a ambos.” A Zenobia se le presentó la oportunidad de extender sus dominios reales en 269, cuando un pretendiente que disputaba el trono de Roma apareció en Egipto. El ejército de Zenobia marchó rápidamente a esa tierra, aplastó al rebelde y se apoderó del país. Zenobia se proclamó reina de Egipto y acuñó monedas con su nombre. Su reino se extendía entonces desde el Nilo hasta el Éufrates. En este momento de su vida, conquistó la mayor parte de Asia Menor. Zenobia fortificó y embelleció su capital, Palmira, hasta tal grado que rivalizaba con las mayores ciudades del mundo romano. Se calcula que su población superaba los ciento cincuenta mil habitantes. La ciudad estaba llena de espléndidos edificios públicos, templos, jardines, columnas y monumentos, y la rodeaban unas murallas que, según se decía, tenían 21 kilómetros de circunferencia. Flanqueaban la calle principal hileras de columnas corintias de más de 15 metros de altura, unas mil quinientas en total. Abundaban las estatuas y los bustos de los héroes y los benefactores ricos. En 271, Zenobia erigió un par de estatuas suyas y de su difunto esposo. Palmira brillaba como una piedra preciosa en las orillas del desierto. El Templo del Sol era uno de los mejores edificios de Palmira, y seguramente dominaba el escenario religioso de la ciudad. Es probable que Zenobia también adorara a una deidad relacionada con el dios sol. No obstante, la Siria del siglo III era una tierra de muchas religiones. En los dominios de Zenobia había cristianos de nombre, judíos, astrólogos y adoradores del sol y la luna. ¿Cómo veía la reina la pluralidad religiosa que había en su reino? Stoneman dice: “Un gobernante sabio no descuidaría ninguna costumbre que pareciera apropiada a su pueblo. Se confiaba en que los dioses se habían alineado con Palmira”. Al parecer, Zenobia era tolerante en el terreno religioso. Pero, ¿de verdad se habían “alineado con Palmira” los dioses? ¿Qué le esperaba a Palmira y a su ‘sabia gobernante’?


Un emperador ‘despierta su corazón’ contra Zenobia


En el año 270, Aureliano se convirtió en emperador de Roma. Sus legiones lograron repeler y castigar a los bárbaros del norte. En 271, Aureliano, que entonces Aureliano envió algunas de sus fuerzas directamente a Egipto y condujo al grueso de su ejército hacia el este a través de Asia Menor. Zenobia para la guerra contra Aureliano “con una fuerza militar sumamente grande” bajo dos generales: Zabdas y Zabbai (Daniel 11:25b). Pero Aureliano tomó Egipto y luego lanzó una expedición hacia Asia Menor y Siria. Zenobia fue derrotada en Emesa (actualmente Homs), y se retiró a Palmira. Cuando Aureliano sitió Palmira, Zenobia, confiando en conseguir ayuda, huyó con su hijo a Persia, pero los romanos la capturaron en el río Éufrates. Los palmiranos rindieron la ciudad en 272. Aureliano fue magnánimo con la población, se apoderó de una inmensa cantidad de despojos, incluido el ídolo del Templo del Sol, y partió para Roma. El emperador romano perdonó la vida a Zenobia y la convirtió en la principal atracción de su procesión triunfal por las calles de Roma en el año 274. Ella pasó el resto de sus días como una matrona romana.


Asolan la ciudad del desierto


Algunos meses después que Aureliano tomó Palmira, sus habitantes asesinaron a la guarnición romana que el emperador había dejado en la ciudad. Cuando las noticias de la revuelta llegaron a oídos de Aureliano, ordenó de inmediato a los soldados volver sobre sus pasos, y en esa ocasión su venganza sobre la población fue terrible. Los que escaparon de la despiadada matanza fueron hechos esclavos. La orgullosa ciudad fue saqueada y asolada por completo. De ese modo, la bulliciosa metrópoli quedó reducida a su anterior estado: “Tadmor en el desierto”. Zenobia se ganó la admiración de muchas personas gracias a su llamativa personalidad. Palmira, la capital de su reino, no es hoy más que un pueblo.


EL LEGADO DE ZENOBIA


Cuando el emperador Aureliano regresó a Roma tras derrotar a Zenobia, la reina de Palmira, construyó un templo al sol. En él colocó las estatuas del dios sol que se había llevado de la ciudad de Palmira. La revista History Today dice lo siguiente sobre lo que ocurrió después: “La acción de Aureliano que mayor repercusión tuvo tal vez fue la instauración, en el año 274 d. de C., de la fiesta anual del sol, que caía en el solsticio de invierno, el 25 de diciembre. Cuando el imperio se hizo cristiano, el nacimiento de Cristo se transfirió a esa fecha para que las personas a las que les gustaban las fiestas antiguas encontraran más aceptable la nueva religión. Es curioso pensar que en última instancia es a la emperatriz Zenobia a quien se debe el que la gente celebre la Navidad”.

El Imperio de los dragones, de Valerio Massimo Manfredi




Épica, exótica y apasionada, esta aventura en clave de ficción histórica narra las peripecias de un grupo de soldados romanos que huyendo de los persas llega hasta el Imperio de los Dragones, la China del siglo III. Allí su protagonista, Metellus, descubrirá un reino milenario, de deslumbrante belleza, a unos guerreros que luchan de un modo muy extraño y parecen tener poderes mágicos, y a la joven Yu Chang, de quien se enarmorará perdidamente. Basada en un episodio real de la historia romana poco conocido: un grupo de soldados romanos que llegaron a China. Tiene todo el atractivo de las películas chinas que están de moda: paisajes exóticos y bellísimos, guerreros con poderes casi sobrenaturales y una historia de amor precisosa pero que no tiene futuro.

martes, 1 de enero de 2008

Vasco da Gama


Nacionalidad: Portugal

Sines 1469 h. - Cochín (India) 1524

Navegante

Miembro de una noble familia, Vasco da Gama se interesó desde su juventud por la vida marinera. Sus primeros viajes los realizó a la costa oeste de Africa, demostrando sus cualidades desde el primer momento. Comandó una expedición a la India -integrada por tres naves y 160 hombres- que partió de Belém en julio de 1497. El 22 de noviembre doblaron el cabo de Buena Esperanza y en la Navidad fondeaban en la costa sudafricana. Los árabes establecidos en las costas de Mozambique y Kenya atacaron las naves portuguesas pero la expedición continuó su avance por el Indico, llegando a Culicut -en las costas indias de Malabar- en abril de 1498. El retorno se inició un mes después, haciendo escala en Mogadiscio y alcanzando las Azores, tras doblar otra vez el cabo de Buena Esperanza. El rey Manuel I recibió a la expedición con grandes honores en Lisboa (septiembre de 1498) y nombró a Vasco de Gama gran almirante de las Indias, Persia y Arabia. Una segunda expedición le otorgaría el título de conde de Vidigueira, consolidando de esta manera el dominio lusitano en estos territorios. La severidad con la que trató Vasco da Gama a los nativos no gustó en Portugal por lo que el navegante cayó en desgracia hasta que fue nombrado virrey de la India, cargo que ocupó hasta su muerte.