BIENVENIDOS

...Sirvan estas líneas a modo de homenaje y agradecimiento a cuantos se cruzaron en mi camino y me aportaron alguna porción de esa esencia de la vida, cuyo conjunto hizo y hace que ésta merezca la pena ser transitada, especialmente a aquellos cuya capacidad de disfrutar haciendo disfrutar a otros, admiro, venero y agradezco, cuyo afán por ello les deseo sea devuelto merecidamente día tras día.

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jueves, 17 de diciembre de 2009

El Bostezo...


De verdad, no me explico qué pasó.
Creí haber cerrado mis ojos sólo el breve instante que duró mi bostezo esa mañana. En verdad la reunión clínica del servicio estaba muy aburrida y mis esfuerzos por permanecer despierto luego de un turno agotador eran considerables. Pero de pronto estaba en un lugar donde una lluvia torrencial caía implacable. Era curioso que el tranvía que se alejaba, al igual que las calles y las luces de los faroles, me resultaran tan familiares aun sin tener ni la menor idea de donde estaba. Busqué rápido refugio bajo el alero de una vieja casona cuando me di cuenta que me mojaba de verdad. Allí me quedé esperando algo que no sabía qué era. Si todo eso era un sueño... ¿en qué momento alguien movería mi hombro para avisarme que la reunión ya concluía?
Pero las horas pasaban y yo seguía allí.
La gente transitaba por mi lado indiferente, como si fueran hongos con sus paraguas desplegados al cielo del atardecer. Traté de reconocer sus rostros pero nunca los había visto antes en ningún andén de mis viajes. El frío congelaba mis manos y mi aliento no era suficiente para devolverles el calor. Era tan real todo eso que no podía creer que sólo un pequeño momento atrás había estado escuchando las estadísticas respecto de cesáreas e infecciones de heridas operatorias. Era extraño ese lugar ya que tenía tanto de tantos lugares sin ser ninguno de ellos: de pronto era la rúa Chile de Salvador de Bahía como también la esquina de la calle Blanco en Castro o un pedacito de Puerto Montt o de Concepción.
Y fue entonces cuando te vi.
Caminabas hacia mi bajo un paraguas azul y buscaste refugio en mi alero. Me contaste que solo un rato atrás leías una novela tendida en la arena de una hermosa playa caribeña y que en un momento bostezaste y sin saber cómo eras parte de la gente que transitaba por ese lugar. Aunque no sabias dónde estabas, también te parecieron familiares algunos detalles, como el tranvía que se alejaba y las calles mojadas y los faroles encendidos. Abandonaste el paraguas y dejaste que el viento se lo llevara hasta más allá de las nubes. Nos tomamos de la mano y caminamos por las calles de ese lugar mojándonos de lluvias, riéndonos de inviernos y abrigándonos con las útimas hojas huérfanas del otoño...hasta que alguien movió mi hombro y en una playa distante alguien interrumpió tu sueño para recordarte que ya era hora de comer.

Autor: Juan Cárcamo Romero
Fuente:http://www.losmejorescuentos.com/cuentos/fantasticos533.php

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